Cuando pasas tiempo con Dios, todos lo notan. Te vuelves más calmado, eres más amigable y no pierdes el control de tus emociones fácilmente. Tu paciencia aumenta y tu corazón entiende perfectamente lo que honra y desagrada a Dios. Como en una relación: Entre más tiempo pasas con Dios, más te pareces a él.