• No hay que olvidarse nunca de quien estuvo ahí para calmarte cuando tenías un ataque de llanto, de miedo, o de enojo. No hay que olvidarse nunca de quien nos prestó un hombro, un beso o un abrazo. No hay que olvidarse nunca de quien nos refugió cuando afuera era tormenta.

    No hay que olvidarse nunca de quien estuvo ahí para calmarte cuando tenías un ataque de llanto, de miedo, o de enojo. No hay que olvidarse nunca de quien nos prestó un hombro, un beso o un abrazo. No hay que olvidarse nunca de quien nos refugió cuando afuera era tormenta.

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